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NOTICIAS DE MISIONEROS DOMINICOS

¿Qué está pasando en las misiones dominicas?

Dignidad, evangelio y evangelización

Fray Fernando Vela, OP, nos presenta un artículo que explora los lineamientos del compromiso de Jesús con la dignidad humana, desde su rol como maestro y profeta.

abuela nieta seybo

Recuerdo de la historia más reciente y algunas aclaraciones

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que se recoge la noción de dignidad humana como algo intrínseco a todo hombre y mujer por el hecho de serlo, o, como ha indicado Francisco, en toda persona hay “un valor que supera las cosas materiales y las circunstancias” (Fratelli Tutti). 

Esta convicción básica acerca de la persona humana y el trato que merece, no nace con esa Declaración. De una u otra manera ha estado presente en las diversas tradiciones filosóficas de occidente. Precisamente por ello es por lo que se han producido interpretaciones muy diversas, incluso contradictorias, de qué entender por dignidad humana.

Resulta muy procedente que la reciente Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Dignitas Infinita sobre la dignidad humana se haya detenido en analizar cuatro dimensiones de la dignidad (7-8): 

  • La dignidad ontológica, aquella que posee toda persona por el mero hecho de existir. 
  • La dignidad moral, que se conserva, se desarrolla o se deteriora en virtud del uso de la libertad individual. 
  • La dignidad social, referida a las condiciones en que vive una persona. 
  • Y la dignidad existencial, las situaciones vitales que hacen de una vida personal algo digno o indigno.

El primero de esos niveles es, sin duda, el más importante, porque es en donde se refleja lo más radical de la dignidad que acompaña a nuestra condición. Pero es también evidente que poner el énfasis en esa consideración, prescindiendo de las otras tres, puede desviarnos hacia idealismos indeseables.

A mi modo de ver, aquí radica lo original de la postura de Jesús. En muchas de sus palabras está implícita la convicción de que el ser humano, por el hecho de serlo, es digno, es decir, es amado por Dios y merece no solo el respeto, sino el amor de los humanos. Pero no se pierde en discursos sobre ello, sino que muestra su convicción tratando a los demás con lo que se ha llamado una “cultura de la compasión” (concepto desarrollado en X. PIKAZA y J.A. PAGOLA, Entrañable Dios. Las obras de misericordia: hacia una cultura de la compasión. Estella-Navarra, Verbo Divino. 2016). 

Graciela leyendo

Jesús, maestro y profeta

Jesús parece aceptar de buen grado que sus seguidores le llamasen maestro (Jn 13,13), aunque no lo sea al modo de los maestros de Israel: Jesús no es un intérprete de la ley, ni ha crecido a los pies de otro gran maestro; la suya es una enseñanza provocativa, como la de los grandes profetas del pasado. 

Viene esto a cuento de que, como ya he mencionado, Jesús no haya formulado una doctrina teórica sobre la dignidad humana. Aun así, es verdad que ese dato parece haber estado en su conciencia, como por ejemplo cuando recuerda a quienes le escuchan que ellos valen más que las aves del cielo (Mt 6,26-29; 10,26) y que a quienes buscan el reino de Dios y su justicia el Padre les cuidará como necesitan y merecen (Mt 10,33). 

 Muy posiblemente, en su conciencia estaba presente lo que afirma el salmo 8: “Hiciste al hombre poco menor que los ángeles; lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies”. 

En los evangelios no se formula una doctrina teórica sobre la dignidad humana, pero se plasman los compromisos de Jesús con la dignidad ontológica de cada ser humano, con la dignidad social y existencial de las personas.

Jesús no vuelca su mundo interior únicamente en discursos elocuentes, sino en una cadena de compromisos a favor de la dignidad de las personas con las que se encuentra, particularmente con las que cargan con algún tipo de vulnerabilidad. Más que un maestro, Jesús es un profeta que anuncia al pueblo la llegada del Reino de Dios. 

 Todo es autobiográfico en sus palabras en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19). Y lo que encarga a los discípulos de Juan que le transmitan: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Lc 7,21-22; Mt 11,2-6).

 Recordando las cuatro dimensiones de la dignidad que he nombrado al comienzo, diríamos que Jesús está convencido de la dignidad ontológica que hay en cada ser humano y de la capacidad que hay en cada uno de alimentarla o arruinarla, pero sobre todo, se siente comprometido con la dignidad social y existencial de las personas.

Jesús, evangelio y evangelización

En Jesús se dan juntos evangelio y evangelización. Es evangelio su experiencia íntima del Padre que le ama y le envía y que hace de los hombres sus hermanos. Y es también evangelizador, porque todo lo que ha recibido del Padre nos lo ha dado a conocer. El evangelio que transmite no es otro que el Reino. De hecho, “todo en la vida y el ministerio de Jesús es signo de la presencia del Reino. Pero hay algunos gestos especialmente significativos, que desvelan la naturaleza y las implicaciones de ese Reino de Dios. Son gestos que dejan al descubierto la ‘propuesta’ que Jesús hace a la humanidad en nombre de Dios” (F. MARTÍNEZ DÍEZ, Creer en Jesucristo, vivir en cristiano. Cristología y seguimiento. Estella-Navarra, Verbo Divino, 2016, pág. 535). 

 ¿Cuáles son esos gestos? Son acciones para devolver a las personas las condiciones para vivir con dignidad. Estas personas “no encontrarán en el reino de Dios un nuevo código de leyes para regular su vida, sino un impulso y un horizonte nuevo para vivir, transformando el mundo según la verdadera voluntad de Dios” (J.A. PAGOLA, Jesús. Aproximación histórica. Madrid, PPC, 2007, pág. 246).

En Jesús se dan juntos evangelio y evangelización. Es evangelio por su experiencia íntima del Padre que hace de los hombres sus hermanos. Y es también evangelizador, porque todo lo que ha recibido del Padre nos lo ha dado a conocer.

Las apuestas de Jesús por la dignidad humana

Los evangelios guardan muchos recuerdos de los encuentros de Jesús con personas cuya dignidad era ninguneada en su sociedad, a los que anuncia la llegada del Reino y el cambio de valores del que debía seguirse la restauración de su dignidad. Vale la pena recordar en grandes líneas esa acción comprometida de Jesús con la dignidad de los seres humanos.

  1. Por la dignidad del trabajo y de los trabajadores:  Cuando Jesús describe a los jornaleros que esperaban ser contratados, aunque solo fuera para una parte del día (Mt 20,1-26), estaba hablando de una situación que conocía muy bien, porque se asemejaba mucho a la suya y la de su familia, aunque ellos se movieran en un contexto artesanal...
  2. Por la dignidad de las mujeres y los niños: En la época de Jesús, la mujer vive las dificultades típicas de la sociedad patriarcal, estaba relegada al hogar y era vista como propiedad del marido. Un papel muy secundario. Ha llegado hasta nosotros la oración del Rabí Yehuda: “Bendito seas, Señor, porque no me has creado pagano, ni me has hecho mujer ni ignorante” (tomado de J.A. PAGOLA, o.c., pág. 215), algo muy contrastante con la relación de Jesús con las mujeres... 
  3. Por la dignidad de los pecadores: Signo más definitivo de la presencia del Reino es la acogida de los pecadores y el perdón de los pecados. La acogida de Jesús a publicanos y pecadores, al igual que su comida con ellos, pertenece al núcleo del evangelio; encontramos importantes gestos como la acogida de los pecadores, el aceptarlos a la mesa y compartirla con ellos, reincorporarlos a la comunidad, restaurar las relaciones comunitarias rotas…
  4. Por la dignidad de los enfermos: Jesús taumaturgo: Es conocida la situación de quienes padecen alguna enfermedad en el tiempo de Jesús: su enfermedad es considerada como manifestación externa de un pecado propio o de sus antecesores, y, en las condiciones más extremas, como las de los leprosos, llevaba consigo la exclusión de la vida en sociedad...
  5. Por la dignidad de los pobres: Los pobres tienen un puesto privilegiado en el ministerio de Jesús. Y todos los grupos que antes hemos descrito tienen relación con la pobreza: están implicados en lo que se ha llamado “los últimos”. Esta predilección la atestiguan muchos de sus gestos y el conocido sermón de la montaña...

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Los cristianos, continuadores de la misión de Jesús y de su lucha por la dignidad

Jesús introduce en su mundo y en el mundo una verdadera revolución moral. El código de santidad tradicional en Israel generaba una sociedad discriminatoria y excluyente. En cambio, en el código de compasión que él impulsa, los impuros y los privados de honor tienen la dignidad sagrada de hijos de Dios (J. A. PAGOLA, o.c. pág. 197).

La meta de la evangelización consiste, en último término, en hacer el evangelio, practicarlo, traducirlo en gestos y prácticas en la historia humana. Por ello, hay tres momentos básicos que constituyen el proceso evangelizador: el anuncio del evangelio, su aceptación y su puesta en práctica (F. MARTÍNEZ DÍEZ, ¿Qué es evangelizar hoy? Hacia la Evangelii Nuntiandi del año 2005. En: F. Elizondo, J.M. Mardones y otros, Evangelizar, esa es la cuestión. Madrid, PPC, 2006, pág. 63).

La meta de la evangelización consiste en hacer el evangelio, practicarlo, traducirlo en gestos y prácticas en la historia humana. Este compromiso se traduce en crear unas condiciones sociales que permitan vivir esa dignidad, y ha crecido a la par que la conciencia civil sobre ese mismo hecho.

Evangelizar es hacer que la justicia llegue, que la paz se realice, que los derechos humanos sean disfrutados y respetados por todas las personas, que toda la creación sea respetada (…). En una palabra, que toda persona pueda disfrutar de una vida humana digna (F. MARTÍNEZ DÍEZ, ¿Qué es evangelizar hoy?…, pág. 77).

La conciencia cristiana sobre la dignidad de toda persona humana por el hecho de serlo y el compromiso evangelizador para crear unas condiciones sociales que permitan vivir con esa dignidad, han crecido a la par que la conciencia civil sobre ese mismo hecho. Y con ello la reivindicación de una participación cada vez más activa en la vida social, la económica y la política. Conservan su valor las declaraciones del Vaticano II en todo el primer capítulo de Gaudium et Spes; las encíclicas Evangelium Vitae, de Juan Pablo II (1995), Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI (1975), Laudato sí, de Francisco (2015); así como las declaraciones Dignidad y derechos de la persona humana, de la Comisión Teológica Internacional (1983), y la muy reciente Dignitatis infinita sobre la dignidad humana, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (2024).

Es verdad que “son documentos”, pero no han quedado encuadernados en las bibliotecas, han inspirado múltiples compromisos personales y colectivos de los misioneros que viven cada día el contraste del Reino de Dios, cuyo cumplimiento anuncian, y las condiciones sociales y económicas que hacen indigna la vida de tantos colectivos. 

Misioneros Dominicos-Selvas Amazónicas sabe de los esfuerzos compartidos de tantos colaboradores con las necesidades de la misión. Sin vosotros, la labor de los misioneros en pro de la dignidad de los más vulnerables quedaría muy incompleta. Gracias. Aún queda mucho por hacer y compartir.

grafica dignidad fernando vela

Fray Fernando Vela, OP - Doctor en Filosofía ( Revista N°11 de Selvas Amazónicas - Sección A Fondo)

 

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