Dignidad en los pueblos originarios amazónicos: caminos de ida y vuelta
La dignidad humana en su dimensión comunitaria desde los valores propios de los pueblos originarios.
El camino de ida: dimensión comunitaria de la dignidad humana
Nos lo recordaba el doctor Martínez Contreras en el anterior número de esta revista con una frase tan sencilla como esclarecedora: “Uno de los fundamentos centrales de la Declaración Universal de los DD.HH. es la dignidad del ser humano” (Rev. Selvas Amazónicas, N.º 10, p. 5). Y la propia Declaración señala en su artículo 29, que “solo en la comunidad toda persona puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”.
Estas dos dimensiones de la dignidad humana (individual y comunitaria) nos introducen a una expresión fundamental de los DD.HH., cual es que la dignidad humana conlleva una serie de valores sociales y comunitarios que garanticen su desarrollo individual. Es decir, la dignidad humana, más allá de su dimensión individual, está asociada también a valores que se viven en comunidad, como son la libertad, justicia, igualdad, pluralismo, etc. Es un camino de ida y vuelta: por un lado, los derechos humanos garantizan la vivencia social de la dignidad humana; y por otro, la protección de los valores comunitarios garantiza que la identidad se convierta en un elemento protector de la dignidad humana.
Cuando aplicamos el concepto de “dignidad” a un ámbito que supera a la persona como ser individual y afecta a un determinado grupo humano definido con determinados rasgos comunes históricos y culturales, nos adentramos al campo de los derechos colectivos, que en el caso de los pueblos originarios toman una dimensión determinante. La dignidad humana es tanto un concepto de dimensión individual, como también social y comunitario.
Los derechos humanos, y más concretamente el concepto de dignidad, aplicado a los pueblos originarios, alcanzan expresiones que no necesariamente se contienen en la mencionada Declaración de 1948, pero que no por ello dejan de ser válidos: resistencia, autonomía, solidaridad, expresiones que a su vez se sustentan en un derecho fundamental: el respeto a la identidad cultural.
La historia se ha ensañado, en diversas regiones del planeta, y también en la Amazonía, con el derecho a la supervivencia cultural de los pueblos indígenas originarios. Y a su vez, la dignidad en los pueblos originarios se ha caracterizado históricamente por su capacidad de solidaridad, resistencia y autonomía.
No ha sido nunca una tarea fácil, pues han sido múltiples, prolongadas y muy complejas las situaciones de violencia que se han plasmado en dominación, conquista, colonización, exclusión, marginación, trata de personas, explotación de recursos y mano de obra. Y a ellos, podemos añadir actualmente la indiferencia y negligencia de los estados por atender sus derechos básicos, invisibilización en la toma de decisiones políticas y, en definitiva, exterminio de su identidad cultural y física (E. Almeida Acosta, “La dignidad de los pueblos originarios”. En: http://hdl.handle.net/20.500.11777/1652)
El camino de vuelta: la identidad cultural genera dignidad
Sin desdeñar un ápice el valor fundamental de los derechos individuales, la dignidad en los pueblos originarios hace referencia a capacidades y sabidurías forjadas a lo largo del tiempo y transmitidas oralmente de una generación a otra. Estas capacidades garantizan la ejecución de sus derechos y alcanzan igualmente una dimensión universal: no solo forman parte de una determinada identidad cultural, sino que también se manifiestan con una vocación universalista, en la medida que forman parte de la solución a problemas acuciantes en nuestro mundo actual. Me refiero a la capacidad de convivencia con la naturaleza, la defensa, protección y manejo sostenible de la tierra, el agua y los bosques, la creatividad y capacidad de resiliencia frente a múltiples y violentos avatares históricos, y por supuesto, las expresiones netamente culturales, artísticas y lingüísticas.
Las capacidades desarrolladas en la convivencia con la naturaleza, la defensa, protección y manejo sostenible de la tierra, el agua y los bosques, la creatividad y capacidad de resiliencia, garantizan la ejecución de los derechos individuales y comunitarios de los pueblos originarios amazónicos.
No hace mucho, el cardenal peruano Mons. Pedro Barreto expresaba las medidas que se deben tomar para fomentar la paz y la dignidad de los pueblos indígenas. No son medidas de carácter individual, pero se constituyen en verdaderos derechos humanos (https://caaap.org.pe/2021/05/27/paz-y-dignidad-para-la-amazonia-por-pedro-barreto-s-j/):
- Incrementar medidas de protección de los defensores del medioambiente y de los pueblos indígenas que trabajan en la protección de los bosques.
- Redoblar esfuerzos para asegurar los derechos y territorios de los pueblos indígenas.
- Enfrentar la tala ilegal y la deforestación como una cuestión de seguridad nacional.
- Asegurar el consentimiento libre, previo e informado de los pueblos indígenas sobre los proyectos que afecten directa o indirectamente sus territorios y su derecho a la vida, la salud y un medioambiente sano.
- Combatir el crimen organizado y el narcotráfico en las tierras y territorios de los pueblos indígenas, así como el tráfico de tierras y la minería ilegal.
- Grupo de trabajo permanente para vigilar la seguridad de los pueblos indígenas y de los bosques.
Territorios, seguridad y consentimiento son tres conceptos claves en la dignidad comunitaria de los pueblos originarios, claves en la medida en que pueden garantizar, en los tiempos actuales, los derechos básicos y fundamentales de toda persona que integra dichos pueblos.
Es momento de superar ampliamente aquellas nociones un tanto extremistas y contradictorias de los pueblos indígenas que han perdurado durante demasiado tiempo, aquellas que, por un lado, fomentaban la inferioridad, o la necesidad de que fueran dirigidos por personas “civilizadas”; o aquellas que, por otro lado, manifestaban un romanticismo, una visión idealizada de los pueblos originarios, según la cual estos constituían la vida más natural y virtuosa (figura del buen salvaje). No, ninguna de estas dos manifestaciones constituye la realidad.
Pero hay quienes sí han sabido situarse en el centro justo, aquellos que han sabido defender y proteger los derechos comunitarios y culturales de los pueblos originarios de América. Los dominicos Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria son sus mejores representantes, desde el momento en que han sabido demostrar que los indígenas son iguales al resto de seres humanos en su condición humana y dignidad, como personas y como culturas.
En definitiva, la intención es mostrar que los derechos humanos, en su camino de ida, protegen el carácter individual y comunitario del ser humano. Pero existe un camino de vuelta, aquel en que la identidad cultural garantiza la protección de los derechos humanos.
En el caso específico de los pueblos originarios amazónicos, es frecuente encontrarnos en la convivencia con ellos, que resulta difícil definir al ser humano como aislado de su entorno comunal. De hecho, cuando alguno de sus miembros emigra a contextos sociales diferentes a su comunidad de origen (a la ciudad o a otros países), podemos encontrar procesos de aculturación o incluso de “desculturación” (pérdida de su identidad cultural). Pareciera que no existe la noción abstracta ni la dimensión individual del ser humano, o que estas se diluyen en las dimensiones comunitarias propias de la familia, el clan, la comunidad o la etnia. Es una percepción frecuente, pero generalmente falsa e irreal, pues estas dimensiones, además de proporcionar la identidad del individuo, también garantizan el valor del ser humano como ente individual.
Los derechos humanos protegen el carácter individual y comunitario del ser humano. Pero también la identidad cultural garantiza la protección de estos derechos. El enfoque intercultural es la llave para entendernos y confluir ambos caminos.
El enfoque intercultural es la llave para entendernos y confluir ambos caminos. La Declaración Universal nos ha proporcionado los enunciados para dos dimensiones fundamentales (son individuales y de aplicación universal). Pero los derechos humanos no son solamente postulados generales y universales y la dignidad humana no es únicamente un concepto referido a la autonomía individual.
Los pueblos originarios nos enseñan una tercera dimensión: la identidad proveniente de las especificidades culturales. Sería un nuevo enunciado, que, tomando el estudio de Carla Pérez, podría expresarse de este modo: “Se debe resguardar la identidad cultural que poseen los pueblos indígenas y cada uno de sus miembros, procurando que no sean objeto de discriminación alguna por su origen e identidad, promoviendo la protección de sus derechos desde el diálogo intercultural, derrumbando el mito del buen salvaje y la concepción de inferioridad con la que pueden referirse a los pueblos indígenas o a sus miembros” (C. Pérez Álvarez. Pueblos Indígenas: dignidad humana y derechos fundamentales. En: https://orcid.org/0000-0002-3586-1252).
Nuevos retos de la dignidad indígena
No me parece oportuno concluir esta breve reflexión, sin hacer referencia a los procesos contemporáneos que viven los pueblos originarios amazónicos y sus integrantes, procesos que exigen nuevas dimensiones en la vivencia y protección de la dignidad humana.
Históricamente, los pueblos amazónicos han vivido tres grandes procesos en los que han sabido demostrar su capacidad de sobrevivencia y defensa de sus derechos:
1.º. La conquista, que, si bien en la amazonía tuvo un impacto menor a otras regiones y pueblos, sí generó inevitablemente impactos relevantes de disminución demográfica, desplazamiento territorial, pérdida de autonomía política y desarticulación étnica. Pero también un importante proceso de transformación tecnológica, gracias a la adopción de herramientas y otros objetos de metal, los cuales revolucionaron sus actividades productivas, redes de intercambio y cultura material.
2.º. La expansión capitalista que se inicia con la independencia y formación de los estados americanos y que se impulsa desde mediados del siglo XIX con el boom del caucho, la formación de haciendas y los procesos de colonización. Grandes y muy graves impactos se generan: nueva disminución demográfica, invasión y despojo de los territorios indígenas, quiebre de las redes de intercambio, mayor dependencia económica como resultado de la generalización del sistema de habilitación y enganche, y formación de un proceso de fragmentación y aislamiento intraétnico.
3.º. Formación de las Comunidades Nativas y proceso de globalización, que comienza en los años 70 y que en la Amazonía se plasma en la proliferación de empresas multinacionales (especialmente de hidrocarburos) y la liberalización del comercio internacional.
La irrupción de nuevas tecnologías digitales en el mundo amazónico, las migraciones y procesos de urbanización y el surgimiento de jóvenes indígenas profesionales generan una tensión entre tradición y modernidad que permite desarrollar nuevas vivencias de la dignidad humana.
Pues llegado el siglo XXI, nos encontramos con un cuarto proceso, el generado por la llegada de las nuevas tecnologías digitales (y otros fenómenos derivados), donde la dignidad de los pueblos originarios enfrenta nuevos retos. Aunque sea de forma somera, es correcto mencionarlos, en ellos se define el futuro:
- Nuevas tecnologías digitales. En la Amazonía se hacen presentes desde hace dos décadas, primero con el acceso al internet y las computadoras, y luego con la presencia de nuevos medios de comunicación social. Grandes impactos positivos se vienen generando, pero falta por explorar los enormes impactos que las nuevas tecnologías puedan generar en otros muchos aspectos: la sociabilidad y convivencia, liderazgos indígenas, luchas económicas y políticas, modificación de actividades educativas y culturales, capacidad para generar y mostrar al mundo imágenes y representaciones del mundo propio.
- Migraciones y urbanización. Los nativos amazónicos ya no van a las ciudades en modo experimento, para “conocer” otros mundos, sino para quedarse. Hoy en día, las ciudades acogen la mayor concentración de poblaciones nativas existentes, y esto también se aplica a la Amazonía. No es un tema muy habitual en las agendas de las grandes organizaciones indígenas o de otra índole, y en realidad este fenómeno no debería ser considerado como contrario a las grandes luchas indígenas, mayormente vinculadas a los espacios ocupados por sus pueblos o a la propia identidad cultural. Pero qué duda cabe que los migrantes urbanos indígenas ya no dependen del territorio ni enfrentan los mismos problemas que sus paisanos que han quedado en los ríos y el bosque.
- Otros procesos recientes en la juventud indígena: la juventud amazónica milenial y posmilenial también existe, y entre ellos una destacada generación de intelectuales y artistas indígenas. ¿Cuáles son las realidades y aspiraciones de la actual juventud indígena profesionalizada? ¿Y qué sucede con aquellos que han migrado a la ciudad, pero no han alcanzado el sueño de profesionalizarse? ¿O aquellos otros que han optado por quedarse en sus comunidades?
El camino de vuelta, ese que garantiza la protección de los derechos individuales desde los valores de la identidad cultural comunitaria, se complementa ahora con nuevas realidades. Se trata de descubrir la dignidad de los pueblos originarios y de sus miembros a través, ya no únicamente de la identidad, sino también por medio de la tensión entre tradición y modernidad, comunidad y ciudad, ancianos y jóvenes, asimilación o resistencia identitaria. En definitiva, a través de las diversas estrategias que los pueblos indígenas deberán desarrollar para poder lidiar con sus nuevas realidades sin perder su identidad individual y comunitaria.
Escrito por Rafael Alonso Ordieres - Delegado en Perú de MDSA