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Salud para brillar

El cuidado de la salud desde las enseñanzas y forma de vida de Jesús

Salud para brillar

¡Qué bien se está cuando se está bien! Y así nos quiere Jesús: “bien”; pero no bien solo en términos físicos. Generalmente, decimos que una persona está sana si no tiene diabetes, ni colesterol o no tiene dolores. Pero no es del todo cierto, estar sano es algo más. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Es decir, no solamente carecer de enfermedades es suficiente para decir que estamos absolutamente saludables, incluso se puede decir que el hecho de ser feliz es algo inherente a la salud.

Seremos felices si seguimos la receta de Jesús: vida activa, caminar, comer sano, compartir los alimentos y ser agradecidos. Todo ello aporta beneficios positivos

Los evangelios están llenos de ejemplos de Jesús curando enfermos: “A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba” (Lc 4,40). Jesús abarcó en sus curaciones a muchas especialidades: oftalmología (abrió los ojos de los ciegos), otorrinolaringología (remedió a sordos), dermatología (sanó leprosos), rehabilitación (curó parálisis), cirugía plástica (reparó una oreja cortada), ginecología (alivió a una mujer con hemorragias), neurología (trató niños con convulsiones), cuidados intensivos (salvó al esclavo de un centurión que estaba a punto de morir), por nombrar solamente algunos.

En el evangelio, Jesús se refiere a los médicos en su faceta curativa: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mt 9,12). Pero Jesús, sin saberlo nosotros, ejerció otra especialidad de la medicina, como por ejemplo mi propia especialidad, la medicina preventiva. Es poco conocida, pero es la encargada de proteger la salud y el bienestar de las personas sanas y evitar muchas enfermedades. ¿Y cómo se hace eso? ¿Con qué recetas? Pues usando pocos medicamentos, quizás algunas vacunas; estudiando qué actitudes nos alejan de la salud, como el tabaco entre muchas otras, pero todas van encaminadas a mantenernos sanos y prevenir la enfermedad.

Fray Manuel Jesús impartiendo el sacramento de la unción de enfermos (República Dominicana)

En muchos gestos, actitudes o consejos Jesús proponía de alguna manera proteger la salud y conseguir un completo bienestar. Ahora podríamos decir que parecía un influencer de estilo de vida saludable y del coaching. ¿O acaso las bienaventuranzas no son una receta sobre un estilo de vida? Seremos felices si seguimos su receta.

Jesús no iba al gimnasio, pero trabajó duro, fue carpintero y también pescador, tenía una vida muy activa. No practicó el sedentarismo, caminó cada día. Tuvo que ir a muchos lugares, desde orar en una montaña hasta predicar en el mar de Galilea. Y nos anima a seguir caminando con Él. Si quieres seguir los pasos de Jesús, será mejor que empieces a ser activo y ponerte a caminar.

La dieta de Jesús era escasa, no tenía mucho que comer, algo de pan, algunos pescados, poco más. Conocer qué alimentos comía, nos recuerda su humanidad. Jesús comía, bebía, reía y lloraba en la misma mesa con gente como nosotros. La forma en que nos pidió que lo recordáramos fue con una comida, partiendo el pan y bebiendo el vino juntos, como Él lo hizo con sus discípulos. Comer, es a la vez una necesidad y una alegría; al compartir los alimentos de nuestras mesas, contagiamos nuestra alegría al prójimo. Jesús nos pide que le sigamos a Él, no a su dieta.

Se sabe que tener un corazón agradecido tiene grandes beneficios para la salud. A lo largo de los evangelios, Jesús nos invita a dar las gracias, a alabar a Dios por todo lo que hacía a través suyo. “Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado” (Jn 11:41-42). Ser y estar agradecido no solo reduce el estrés, sino que también se ha relacionado con estimular el sistema inmunitario, promover el sueño y ayudar al corazón. Seguro que nuestra gratitud en el día a día aporta efectos positivos a la salud.

Los valores de Jesús son también una excelente receta para una buena salud: generosidad, entrega, ayudar a los demás, practicar el perdón, fomentar las relaciones personales, descansar. Momentos así benefician nuestro bienestar, nos inspiran paz, ayudan a poner las cosas en perspectiva y a liberar tensiones.

Cristo fue un gran ejemplo de muchas cosas, pero sobre todo de su generosidad, de poner a los demás en primer lugar. Además de dar su vida en la cruz, se entregó constantemente a los más débiles. Mostró que dar tu tiempo a otras personas, tu energía y tu amor, es esencial para el bienestar. Darse y ayudar a los demás afecta de diversas maneras a la salud. Tu vida consigue un mayor sentido si genera impacto en la vida de otra persona. ¡Nada más saludable que ver a tu entorno feliz! “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe socorrer a los débiles y tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hch 20:35).

Practicar el perdón que Jesús nos recetó sin duda está relacionado con el bienestar y nos aporta beneficios para la salud. Nos permite reducir pensamientos, sentimientos y conductas negativas, así como aumentar las positivas. A nivel biológico, se ha vinculado con marcadores de menor estrés fisiológico, ciertas áreas cerebrales relacionadas con la empatía, la regulación emocional, y se asocia además a mejores resultados en salud, mayor longevidad, menor duración e intensidad del dolor, mejor función inmune y endocrina. Pero su asociación más consistente es con la salud cardiovascular: si perdonamos hasta setenta veces siete nuestro corazón mejora sin duda. “Pedro se acercó entonces y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Respondió Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18: 21-22).

Dios no nos creó para estar solos. Jesús durante su vida participó de la vida de comunidad y fomentó muchas relaciones personales. Enseñó a grandes multitudes y viajó por todas partes con sus discípulos. Diversas investigaciones han demostrado el beneficio para la salud de tener personas a nuestro lado: mejora el ánimo, disminuye el estrés y ayuda a desarrollar un sentido de pertenencia; y todo ello estrechamente relacionado con una mejor salud mental. “Pero las gentes lo supieron, y le siguieron; y él, acogiéndolas, les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados” (Lc 9:11).

Fary Robero Ábalos llevándole la comunión a una señora enferma de una comunidad nativa (Perú)

El estrés reduce nuestro bienestar, pero el descanso es parte de una vida saludable. Jesús nos animó a descansar, a tener un corazón tranquilo. Además, nos ofreció acudir a Él cuando la cosa se pone difícil y sobre todo a respirar. “Entonces Jesús dijo: Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11:28-30). Jesús disfrutó mucho de las cosas sencillas, de cenas distendidas con sus discípulos, de los lirios del campo, de las puestas de sol, de las semillas que se convierten en árbol. Regalarnos momentos así benefician nuestro bienestar, nos inspiran paz, ayudan a poner las cosas en perspectiva y a liberar tensiones.

“El corazón alegre es buena medicina, pero el espíritu quebrantado seca los huesos” (Prov 17:22). Jesús compartió alegrías humanas en múltiples ocasiones: en las bodas de Caná o hablando con los niños que los apóstoles, demasiado serios, querían alejar.

Sonreír con frecuencia y tener buen humor, esto sí que libera hormonas de felicidad como la dopamina, serotonina y endorfinas. ¡Qué contagiosa en una sonrisa de verdad! El virus de la alegría se puede contagiar a los demás llenándote de una sensación de wellness integral.

Ciertamente, no se trata de ver la vida y la salud como algo superficial o con ingenuidad, sino de ver la vida desde lo que vale de verdad, no desde lo que nos permite sobrevivir, sino desde lo que nos hace vivir con mayúsculas.

Así es como nos quiere Dios, sanos. Añadiría que nos quiere sanos y felices. Su receta nos ayudará a desempeñar nuestra “misión”, caminando, compartiendo, dando siempre las gracias, siendo generosos, perdonando, siendo alegres o contagiando alegría. En la historia de Saint-Exupéry, el principito decía: “No es solo brillar, también es ayudar a brillar a alguien más”.

Artículo de Elga Mayo Montero, médico militar, publicado originalmente en el Nº9 de la Revista Selvas Amazónicas 

Infografía: Salud para brillar