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La mujer en Camboya: reflejo de la sociedad en un café

Continuamos con #MujeresEnMisión, un espacio dedicado a contar desde diferentes experiencias vitales la situación de las mujeres en los países de misión. En este caso, Teresa Buxo, voluntaria de Selvas Amazónicas en Camboya, nos envía un relato sobre las mujeres camboyanas.

Teresa Buxo, voluntaria en misión de Selvas Amazónicas en Camboya nos envía un texto en el que, desde su experiencia, nos explica la situación de las mujeres camboyanas. #MujeresEnMisión visibiliza e informa de las diferentes situaciones, luchas y maneras de vivir de las mujeres en los diferentes países de misión en los que estamos presentes.

La mujer en Camboya: reflejo de la sociedad en un café

El otro día en una conversación sobre las costumbres en Camboya, uno de los voluntarios que lleva aquí más de 2 años me comentaba que no había visto a una mujer camboyana entrar en una cafetería de toda la vida, pedir un café y tomárselo ahí mismo. Ellas siempre para llevar, ellos muchas veces para tomar ahí. Yo, para evitar conflictos, le pregunté si pasaría algo si voy yo y me lo tomo ahí mismo y él me respondió, “Tú no, porque eres extranjera, pero ellas más que un problema sería raro, hay como un código de conducta no escrito, supongo. Aunque ahora empiezo a ver a algunas jóvenes en cafés, pero suelen ser de multinacionales”. ¿Por qué yo tengo más libertad en su país, que ellas mismas?

Curiosamente, sin venir a cuento, buscando por el significado de las palabras que indican femenino (‘Srei’) y masculino (‘Proh’) en jemer, me encontré con lo que se llama los códigos o leyes de conducta - sí escritas - para cada sexo, “Chbap Srei” para mujeres y “Chbap Proh” para los hombres. Por lo visto, se enseñaban en los colegios como símbolo de identidad camboyana hasta 2007 y ahora aunque no se enseñe oficialmente, sigue estando en la cultura tradicional.

Ambos códigos son estrictos, pero la mayor diferencia es respecto a quién van orientadas las normas: en el caso de los hombres son mayoritariamente respecto a la sociedad y en el de la mujer, respecto a los padres y al marido. Aún son muy comunes los matrimonios pactados, muchos a edad temprana, a los 16 o 18 años. Por lo que pasan de depender de los padres al marido. En ocasiones, si la familia no puede pagar la dote, se casan con extranjeros más ricos, en su mayoría chinos u occidentales que se vienen a retirar aquí, ya que es mucho más fácil comprar tierras si tienen nacionalidad camboyana. De esta manera, él recibe las tierras y a cambio la mantiene a ella y a la familia.

Dentro de la ‘conducta femenina ejemplar’ se incluyen las normas de no traer problemas externos dentro casa y no llevar los problemas internos fuera. Por lo que, en el caso de que haya violencia doméstica, es muy difícil que salga a la luz.

Una vez, hablando con otro voluntario que colabora con los salesianos, nos explicaba el caso de una mujer que acababan de llevar a un centro de salud mental para mujeres (los cuales son muy escasos en Camboya). La habían encontrado encerrada en una especie de rejas en el patio trasero de su casa. La familia se había ido y la habían abandonado. Así que los vecinos la alimentaban y fueron ellos quienes llamaron para que vinieran a buscarla. La mujer les dijo que durante su infancia golpeaban su cabeza contra la pared. Por lo que nos contaba, resulta que la probabilidad de que una mujer camboyana tenga trastornos mentales es bastante más elevada que en la media de mujeres, puesto que están sujetas en ocasiones a maltrato, pero también por la presión de ser la mujer perfecta.

Las Hijas de la Caridad trabajan con mujeres que son vulnerables al tráfico de personas y con aquellas que tienen problemas de salud mental. Las mujeres pobres y sin educación tienen dificultades para encontrar un buen trabajo y dinero, por lo que ellas piensan que pueden encontrar un mejor trabajo en algún país vecino. Normalmente no es el caso y cuando quieren hacer los trámites, al no saber leer bien, firman contratos y son expuestas a redes de trata de personas. Las hermanas las preparan y educan para evitar que caigan en estas redes.

La verdad es que si hay falta de recursos en una familia, se le da prioridad a la educación de los niños, antes que las niñas. En muchas ocasiones, la mujer se recluye al ámbito privado, a ser madre y cuidar de sus hijos. La semana pasada, visitamos a una anciana, de unos 90 años, ciega, que había criado a sus 4 hijos. Tres ya habían muerto, el que quedaba cuidaba de ella, pero con las largas jornadas de trabajo y los nietos, poco tiempo podía dedicarle. También visitamos a su antigua cuidadora que, tras una caída, no pudo recuperar la movilidad de las piernas. Mujeres entregadas a sus familias, que ahora quedaban solas y recluidas en sus camas. Me hizo acordarme de mis abuelas y del poco tiempo que les dedico a veces.


Todos estos ejemplos de acompañamiento y educación por parte de los misioneros y misioneras son de suma importancia para dar visibilidad y devolver la dignidad a todas esas mujeres y personas que han sido apartadas de la sociedad. No obstante, al final depende del pueblo camboyano dar este paso, aprender a ver, a romper barreras impuestas, a mirar a cada una por lo que son y no por “su utilidad” o por lo que “deberían ser”. Es un proceso lento, pero así como en los cafés, se empiezan a ver a las nuevas generaciones femeninas, ojalá se empiece a ver a la mujer de cara a la esfera pública, mucho más independiente y ojalá, un día, no importe donde hayas nacido para disfrutar de algo tan sencillo como un café en una terraza.